Basílica de San Francisco en Arezzo: un tesoro para la ciudad.
La Basílica de San Francesco de Arezzo, lugar emblemático de la historia, el arte y la espiritualidad, es conocida por su fachada inacabada y el tesoro artístico de su interior. Entre sus obras destaca el ciclo de frescos "La historia de la Vera Cruz", de Piero della Francesca, situado en la capilla Bacci. Iniciada en 1290, la construcción refleja la arquitectura románica de la época, aunque la fachada quedó inacabada por falta de fondos. A pesar de periodos de abandono y daños, la basílica ha sido restaurada y hoy muestra su interior realzado, testimonio de su importancia cultural e histórica para Arezzo y sus visitantes.
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La Basílica de San Francesco se erige como punto de encuentro de la historia, el arte y la espiritualidad en Arezzo.
Imprescindible para quienes visitan Arezzo es la histórica Basílica di San Francesco, situada cerca del famoso Teatro Petrarca.
Externamente, la iglesia muestra una fachada inacabada, un proyecto iniciado en el siglo XIV que nunca llegó a completarse. Esta apariencia exterior, sin embargo, oculta una extraordinaria riqueza artística en su interior.
En su interior, la basílica guarda un tesoro de arte y pintura. Entre las diversas obras, destaca el ciclo «La historia de la Vera Cruz» de Bicci di Lorenzo y principalmente de Piero Della Francesca, pintado entre 1452 y 1466. Estos frescos decoran la «Capilla Bacci», dedicada a la familia Bacci de Arezzo, benefactora de la basílica y de sus obras, situada detrás del altar mayor.
Cerca del famoso ciclo se pueden admirar frescos parcialmente conservados, obra de conocidos artistas de Arezzo de los siglos XIV y XV, entre ellos Spinello Aretino. Las obras de Spinello también pueden verse en otros lugares significativos de Arezzo, como la Basílica de San Domenico, y en la renombrada Galería de los Uffizi de Florencia.
La construcción y el exterior de la basílica
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La construcción de la Basílica de San Francisco comenzó en 1290 a instancias de los seguidores de Francisco de Asís, en un lugar sagrado preexistente. Diseñada según la arquitectura de la época con una sola nave, hoy conserva su encanto románico, contrastando con el estilo gótico de la Catedral de Arezzo, situada en la colina más alta de la ciudad.
La fachada exterior quedó inacabada por falta de fondos en el siglo XIV. En 1346, Monna Tessa donó 300 liras, insuficientes para terminar la obra. Un nuevo intento de construcción en 1870 fracasó, dañando la estructura. No fue hasta 1990, 45 años después de su proclamación como basílica, cuando se modernizó la entrada, que ahora da testimonio de su pasado histórico y se asoma a la plaza del mismo nombre.
La Basílica de San Francisco: periodos de abandono y renacimiento
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La Basílica ha pasado por periodos de abandono y daños. Varios frescos, que datan de los siglos XIV-XVI, sufrieron daños. La estructura fue abandonada en 1556 tras un devastador incendio. Durante el periodo napoleónico y a lo largo del siglo XIX, la iglesia perdió su función religiosa y se convirtió en un depósito.
La recuperación de la basílica comenzó en el siglo XX con restauraciones destinadas a conservar los frescos. A pesar de sus esfuerzos, Umberto Tarlati, el director de las obras, no pudo salvar muchas obras dañadas, pero consiguió mejorar el interior, que hoy alberga importantes obras de arte. La última restauración, en 2020, afectó a las vidrieras policromadas y a las columnillas de la Capilla Guasconi, que se habían visto comprometidas por problemas estructurales.
Hoy en día, la Basílica es un monumento renovado, fruto de un cuidado esmerado a lo largo de los siglos. La iglesia, verdadera joya de la ciudad, merece una visita que deje boquiabierto al visitante, sorprendido por su belleza a pesar de su austeridad exterior.